Por Aníbal Palacios B.
Hubiese sido un domingo cualquiera del mes de abril de 1966. Estaba programado un rutinario juego de beisbol en el estadio Miguel Lorenzo García; sólo que ciertas actividades realizadas al día siguiente le dieron trascendencia dentro de las tantas, disímiles y enriquecedoras leyendas que se tejen en el pueblo, y lo que debió ser un juego común y corriente, se convirtió en histórico.
El estadio Miguel Lorenzo García rebosaba de gente y entusiasmo, ese día había mucha expectativa entre la afición guatireña; jugaban Caribes y Gavilanes, sólo que estos últimos necesitaban desesperadamente ganar para poder mantenerse en la pelea; una derrota los dejaba sin opción. Caribes por su parte, mantenía su opción clasificatoria aun en caso de perder. Había otro elemento en juego: la arrogancia gavilanera versus la humildad de los caribeños, un modesto equipo compuesto en su mayoría por jugadores que vivían en el barrio Las Barrancas, que ese año debutaba en la fuerte liga AA guatireña, y que había reforzado sus filas con jóvenes emergentes de las categorías juveniles que no tenían cabida en equipos fuertes y tradicionales como Zamora, Alacranes y Aguilas (ni que decir del propio Gavilanes), cargados de fulgurantes estrellas.
Acción dentro y fuera del terreno de juego
La numerosa, altanera y pendenciera afición gavilanera colmó las tribunas y apenas dejó espacio a un modesto grupo de seguidores del conjunto del barrio más antiguo de Guatire, que no se dejaron amedrentar y que poco a poco, a medida que avanzaba el juego, pudo expresar su algarabía. La mesa estaba servida. Alejandro Ibarra dirigía a Gavilanes y Ángel Barriga e’ Burro Clemente a Caribes. La alineación de Las Barrancas, ciertamente, no impresionaba a nadie, ni daba fundamento alguno a la entusiasta bulla de sus seguidores: Félix Cochinito, CF; Rigoberto Muñoz, SS, Jesús Echezuría, 2B; Sixto González, 1B; Armando Reverón, 3B; Félix Pereira, C; Elio Pérez, LF; Peruchito, RF y José Joche Rada. Echezuría, a quien todos nos remitieron en busca de olvidados nombres tampoco tenía la memoria clara y a duras penas los recordaba, y no era para menos, ¡ocurrió hace 57 años!
Por su parte, Gavilanes tenía un respetable, temible y demoledor trabuco que justificaba plenamente la exagerada confianza de su fanaticada: Antonio García, SS; Alberto Tovar, 2B; Narciso López, LF; Santiago Díaz, RF; Rafael Ferraro, CF; Alberto Reverón, C; Gustavo Marrero, 1B; Jesús Rafael Feito Espinoza, 3B y Jesús Llamozas, lanzador. Aunque hubo quien dijera que el pitcher fue Martín Sojo, lo cual no significaba mucha diferencia. Los apostadores se veían en la necesidad de ofrecer dos, tres y hasta cuatro carreras para poder cazar incautos, ya que la evidente debilidad del rival, aunado al tradicional engreimiento gavilanero no facilitaba sus labores.
Desarrollo
El manager Clemente abrió con Joche Rada, un lanzador de modestísima recta y una buena curva, quien ya había enfrentado a su rival de turno y aunque perdió, no lograron anotarle más de tres carreras. Gavilanes, por su parte, abrió con Jesús Llamozas, importado barloventeño de impresionante recta y grandes recursos en el montículo. Caribes anotó las tres carreras del juego a cuenta gotas, y Gavilanes apenas pudo batearle tres hits a Rada. Mientras avanzaba el juego, en la tribuna y en el banco gavilanero existía la certeza más que la esperanza de que en la próxima entrada cazarían a Joche porque le bateaban muy bien, aunque siempre de frente y la inspiración no sólo era del lanzador sino de la defensiva que las atrapaba todas. Pero la Indignación llegó a la tribuna del conjunto que representaba a los muchachos del barrio cuando en el séptimo capítulo le dieron un pelotazo a José Rada. El manager Alejandro Ibarra no recuerda el incidente pero dijo que si ocurrió sería por circunstancias del juego; él no ordenaría una jugada así, lo cual es cierto; damos fe de que ese no era el estilo de juego del Maestro Alejo. Joche Rada coincide en la apreciación y señala que fue una decisión tomada entre el lanzador y el receptor, pero que si hubo intencionalidad.
Jesús Echezuría, quien al final del torneo cargaría con el título de bateo, fue la figura ofensiva del encuentro al impulsar dos carreras. El drama vino en el último ining; luego de dos outs, Feito bateó un doble que despertó a la apagada barra gavilanera; el manager Alejandro Ibarra decidió entrar como emergente y colocó un batazo por el jardín izquierdo; los decibeles subieron repentinamente en la alicaída afición; pero Feíto asumió que anotaría muy cómodamente y su extremada confianza le llevó a correr despacio hacia el home, lo que le dio oportunidad a Elio Pérez de ponerlo out, para terminar el juego e iniciar la leyenda. La hazaña había sido consumada y la fanaticada vencedora se fue caminando con una ensordecedora gritería hasta la entrada de Las Barrancas, donde el Cámara les tenía preparado un suculento sancocho en el bar El Guarandol, situado en la entrada de Las Barrancas. Caribes, Rada y la Virgen de Guía, patrona de la barriada, humillaron a Gavilanes; no sólo ganaron el juego y los eliminaron de la competencia, se trataba además de las humillantes nueve arepas. Para José Rada, el héroe del partido, se trataba de un juego más, pero aun así su modestia se vio sacudida por la satisfacción de haberle colgado esos nueve ceros al poderoso equipo Gavilanes.
A confesión de parte
Mientras Caribes celebraba en Las Barrancas, a poco menos de un kilómetro de allí, en la pollera de la Shell, cerca de La Palomera, los Directivos de Gavilanes se reunían para sacudirse el desconcierto, tratar de explicarse lo ocurrido y tomar las acciones de rigor que evitasen la repetición de semejante ignominia; Pedrito Flores, presidente del equipo, explicó lo ocurrido dentro y fuera del terreno, en una crónica publicada tiempo después: Los recuerdos son lejanos y confusos por lo cual el lector podrá observar algunas discrepancias de nombres, pero en cuanto a los hechos, circunstancias y protagonistas hay absoluta consonancia y la consecuente certeza.
“Como si fuera ayer, hurgando en la petaca de los recuerdos, pude extraer unas notas que revelan una vez más nuestra gran afición por la pelota. Todo sucedió un domingo de abril de 1966, sol a todo dar, como para sudar negro y tostar blanco, como dijera el poeta. Todo listo en el Estadio Miguel Lorenzo García para dar inicio al partido entre las novenas Caribes de Las Barrancas y Gavilanes B.B.C. Como era de esperarse, el favorito para ganar era Gavilanes, con una trayectoria en el beisbol por demás conocida. Empezaron a llegar los fanáticos de ambos equipos; puedo recordar que nosotros nos colocamos al lado derecho de las tribunas.
Entre los aficionados, o más bien fanáticos, de Gavilanes se encontraban: Vicentico Milano, José López, Miguel J. Prieto, Juan García (Reposo), Vicente Aó, Amalio Gómez, Antonio el Mocho, y otros. El manager del equipo Caribes era el popular Barriga e’ Burro, y como de costumbre, Gavilanes estaba dirigido por todos los fanáticos que se creían con autoridad para hacerlo; así lo demuestra el desarrollo de los acontecimientos. José López grita, Juan Reposo no está de acuerdo con la jugada, el Mocho dice ¡Arriba mi equipo!, Vicente Ao, comenta algo que no se le entiende, Prieto se va poniendo rojo, Amalio baja seis veces para el baño; yo, que era el Presidente del equipo, no me podía sentir peor, pero hacía lo imposible por mantener la moral de mis compañeros, Vicentico no decía nada, pero su cara era de tragedia.
Le salió Birongo
Esto se ponía de mal en peor, el picher contrario era José Rada, a quien Barriga e’ Burro, o como diría el poeta Borges, abdomen de asno, había encomendado tan difícil tarea que con ayuda de la Virgen de Guía, no había pa’ nadie, el milagro estaba a punto de cumplirse. Novena entrada, a batear Gustavito Tovar por Gavilanes, se embasa y roba la segunda base, en ese momento se para Juan Reposo y le grita: ¡Juega con el segundero muchacho’ el carajo! No obstante todo este esfuerzo, el picher José Rada, la Virgen de Guía y Barriga e’ Burro, salen airosos: le anotaron NUEVE CEROS a nuestro equipo Gavilanes. Los fanáticos se quedaron con una calentura de padre y señor nuestro; López se desespera, se quita el sombrero blanco una y otra vez, Ao habla solo, Amalio aprovechó la oportunidad y se quedó en el baño, Prieto no articulaba palabra, Antonio el Mocho me abrazó y yo le comprendí sus lágrimas. Al día siguiente todos estábamos de acuerdo que teníamos que hacer algo, y encomendamos a Prieto y a López para esta tarea; ellos, ni cortos ni perezosos, se dirigieron a Birongo… ¿Qué hicieron? ¿Para Qué?
¡Sorpresa! José Rada no pudo pichar más. Nadie supo, nadie sabe, nadie sabrá. ¡Allí queda eso! Hasta luego, amigos de siempre”.
Colofón
José Rada afirma no creer en brujería pero reconoce que nunca pudo explicarse porque jamás pudo lanzar algún juego siquiera parecido al de ese día; siempre le caían a palo limpio cada vez que se subía a la lomita, inexplicable… hasta que Pedrito Flores publicó su crónica. Aun así tiene sus dudas, pero en su familia si piensan desde entonces que, de que vuelan, vuelan.